«No me gusta la ciudad, hay demasiada gente, por eso vivo aquí donde puedo estar solo y pensar en mis cosas…»
Este trabajo fotográfico documental es una exploración de un territorio montañoso ubicado en la ciudad de Alicante que, pese a su cercanía, sigue siendo un gran desconocido para la mayoría de sus habitantes, la Serra Grossa, y en su propuesta expositiva pretende dar a conocer mejor este territorio, y las historias que giran en torno a él.
Destaca la figura de un eremita contemporáneo y su relato personal vinculado a la montaña, transcrito en una carta que cuenta los motivos que lo llevaron a alejarse de la civilización y establecerse en ese territorio aislado, misterioso y cargado de historia a sus espaldas. Sus motivos, no exentos de crítica social, aparecen en este documento esclarecedor, interpretado a través de las imágenes que pretenden mostrar la belleza de un lugar tan cercano como desconocido.
A la sierra de San Julian se la conoce popularmente por la Serra grossa, se encuentra en la ciudad de Alicante, es la prolongación hacia el NE del monte Benacantil, donde está situado el castillo de santa Bárbara. Por su lado este limita con el mar mediterráneo, mientras sirve de parapeto a la ciudad por el oeste. Tiene una altitud de 161 metros y está repleta de senderos que la recorren de un extremo a otro. A pesar de la cercanía a la ciudad, sigue siendo una desconocida para muchos de sus habitantes.
Adentrándose en esta montaña, pueden descubrirse mausoleos furtivos, inaccesibles pictogramas ocultos, tallas religiosas o herejes, que miran al cielo donde las devotas gaviotas son las únicas admiradoras. Recorriendo sus sendas desaparecen los ruidos urbanos al adentrarse en un lugar lleno de paz, secretos y misterios, donde el hilo conductor es la voz del personaje solitario que narra el pasado y el presente vinculados a esta mágica tierra.
Allí se habían sucedido episodios históricos desde la edad de bronce. La que fuera una atalaya natural en tiempos de guerra, campo de concentración después, e incluso lugar estratégico para esconder el preciado petróleo durante la revolución industrial, llegó a convertirse en el refugio de uno de los últimos eremitas del siglo XXI.
Carta del eremita
«Hemos llegado al punto donde comienza el cerro del Molinet o Santa Ana, prolongación de la Sierra de San Julian, que bien puede llamarse la madre de Alicante, pues de sus inagotables canteras de arenisca, han salido los materiales de casi todas las construcciones de la población. Las casas, los templos y hasta los muelles, deben su existencia a esta pródiga sierra, mutilada por el trabajo del pico durante mas de veinte siglos, pero dispuesta, al parecer, a seguir dando sillares hasta la consumación de los tiempos. «